TEMA POR MES.

Elegir un tema para el matrimonio no es fácil. La gama de posibilidades es infinita y esa riqueza puede crear confusión. Sin embargo, existe la opción de dejarse guiar por los aspectos más característicos de cada mes para poner un poco de orden en la mente y hallar la verdadera inspiración. Y es que cada uno de ellos tiene mucho de especial.

Enero se distingue por ser el mes que abre las puertas del nuevo año. Es también uno de los más fríos y el que mejor puede aprovechar la elegancia propia de la estación más gélida. Blancos y plateados, flores invernales y bosques de fábula que evocan paisajes nórdicos pueden ser los protagonistas de un enlace celebrado en los inicios del año.

En febrero parece inevitable aprovechar el espíritu misterioso del Carnaval recurriendo a máscaras en la decoración de las mesas o fijando un menú típicamente veneciano. Y en marzo, cuando la naturaleza comienza a desperezarse tras un lento letargo, resulta de lo más natural adoptar claves románticas y primaverales: colores neutros, vestidos de novia con encajes…y, por qué no, una entrada nupcial en bicicleta!

Para abril se puede reservar el tema floreal con composiciones frescas y coloridas que aporten luz y con ramos llamativos para la futura esposa. Por otro lado, el estilo shabby chic encaja a la perfección con una boda en mayo cuando se incrementa el apetito por disfrutar del aire libre aprovechando que las jornadas se alargan cada vez más.

Junio inaugura el verano por lo que un matrimonio que tenga lugar en este mes puede elegir como tema el amarillo y aplicarlo a detalles tanto ornamentales como del propio atuendo nupcial. Todo un alarde de felicidad, alegría y optimismo para un festejo de lo más vistoso. Y, en julio, uno de los meses vacacionales por excelencia, la inspiración puede llegar del mundo de los viajes (realizados o por realizar). Mesas con nombres de países, decoraciones que evoquen lugares que se sueña visitar o regalos para los invitados que inviten a la aventura.

Por su parte, agosto es el centro neurálgico del período estival. Y qué mejor tema que el mar con sus azules imposibles y ese aire de tranquilidad chill out. Un tema que, sin lugar a dudas, exige un vestido de novia estilo sirena. Le sigue septiembre, con la vuelta al cole y al trabajo, por lo que el espíritu urbanita no puede faltar. De ahí que, detalles que evoquen grandes metrópolis como Nueva York o Los Ángeles, sean los más adecuados. ¿Qué tal una celebración en una antigua fábrica o en un rascacielos?

Llega octubre y, con el descenso de las temperaturas, la naturaleza se engalana de una variedad cromática henchida de magia. Marrones, beiges, rojizos terrosos y amarillos son algunas de las tonalidades que pueden impregnar una boda otoñal. Una época, por otro lado, dedicada a las cosechas y a determinados alimentos como las castañas y hongos que pueden incorporarse a un menú de lo más suculento.

A noviembre se le puede asignar la colorida y saludable granada como núcleo temático. De grandes propiedades nutritivas, esta fruta se distingue por un tono muy llamativo que puede aportar dinamismo y jovialidad a cualquier decoración: desde los centros de mesa hasta el ramo de la prometida. Y, para las más atrevidas, un vestido de novia rojo para romper moldes y sorprender con un concepto nupcial vistoso y totalmente inesperado.

Termina el año con diciembre, mes por excelencia de las felicitaciones y regalos. La Navidad puede convertirse en el tema central de la boda apostando por un aluvión de detalles inspirados en cualquier tonalidad del carmesí y en color plata y colocando, con mesura y estilo, pequeñas ramas de pino que despierten la idea de una estampa navideña.

¿Cuándo te casas tú?

Fuentes: matrimonio.it
Imagen: Pexels.